Descripción
En la obra de Ángel Carlos pervive una pregunta, una interrogación que lo sacude todo, que lo cuestiona y lo define, porque él sabe que, de vez en cuando, aunque muy tapado, puede aparecer allá en el fondo algún atisbo llamado felicidad. Y lo persigue. Como un malabarista del reverso, te cuenta el poema otra vez, pero distinto, para que sepas que el viaje no acaba, para que veas que un poema es un mundo, un mundo que depende de qué grano de arena sea una playa. Y en el disparadero de su núcleo, dialogando con él, los poemas visuales de María José Rueda. Porque eso son, un tramado de fragmentos fotográficos que tienen el poder de regalar silencios, de contar historias, de proponer que imagines las palabras posibles, los versos posibles que mueven ese instante. Ella parece que hubiera bajado la luz para urdir la penumbra, para oír mejor lo ya escrito, la huella de la vida diluyéndose en niebla, ventanas para mirar las máscaras del otro.
Antonio Campos Bernal
Director, actor y dramaturgo
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